viernes, 8 de julio de 2011
Estrategia por Jorge Espinosa
Decía James Joyce en su obra, el retrato del artista adolescente, que parte de su aprendizaje es “comprender la vida de las cosas”.
Esta definición es más que acertada, cada elemento nos data y es testigo de un tiempo, y hay un tiempo para cada cosa.
Del mismo modo que la naturaleza se ordena en estaciones y a cada una le corresponde una etapa de su equilibrio; el hombre ha ido adaptándose a su propia historia creando imágenes inseparables de la misma.
La búsqueda de alimento, el cobijo, la adoración a diferentes dioses, todo ha ido evolucionando y, a cada tiempo, le corresponde una definición que resume en si misma su propia esencia.
“Tempus fugit”, lo que nos desconcierta. La historia también lo hace, y los sucesivos estilos edificatorios que ella ha ido depositando sobre nuestro suelo pueden producirnos un cierto desorden conceptual que, sólo el exhaustivo estudio puedo aclararnos.
Si miramos nuestro valle, veremos en él edificaciones singulares que el marquesado de los Vélez ha dejado como testigo de nuestra propia historia.
Los múltiples usos, palacetes para las diferentes ramas familiares del propio marquesado, casas de administración, graneros, silos, almazaras; a través de los siglos definieron estilos correspondientes a cada etapa.
El dominante fue el estilo mudéjar. Su ejecución a base de muros de mampostería o sillarejo con hiladas de ladrillo, formando casetones y geometrías ortogonales, es fácilmente legibles en fachadas. Un ejemplo lo tendríamos en la antigua posada de Almanzora ó en la fachada lateral de la Iglesia del Palacio de los Marqueses de Almanzora.
Tanto la Iglesia como las caballerizas colindantes son testigos mudos de como fue la antigua edificación de los Fajardo.
La prosperidad de la industria minera en la comarca coincide con la ampliación y reforma del antiguo edificio, siendo ya propiedad de los Marqueses de Almanzora.
Se quiere ver en él la mano de Ventura Rodríguez; este arquitecto, nacido en Madrid en 1717, trabaja durante cincuenta años, correspondiendo los mismos a los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III.
Aunque su formación corresponde al estilo Barroco, su arquitectura choca con la de Churriguera o Tomé, siendo el primer arquitecto en adoptar el estilo Neoclásico en sus obras.
No quiero obviar que existen ciertos paralelismos compositivos en lo concerniente al trazado de aterrazados ajardinados y situación del edificio en sí, el Palacio de Almanzora, con el que realizara para el infante Don Luís (hermano de Carlos III), en Boadilla del Monte. Cabría la duda de si al menos las trazas fueran supervisadas por él.
La realidad que vemos del Palacio (yo lo llamaría casa solariega), se escapa de una obra neoclásica de Ventura Rodríguez, mas bien correspondería a un estilo afrancesado propio de la Ilusración. Pero esa imagen heredada puede deberse a un posterior maquillaje encargado por los marqueses para adaptar el edificio al gusto ilustrado.
La posibilidad de situar al arquitecto en Almanzora no es del todo inviable, ya que supervisó edificios religiosos en la comarca.
La factura del proyecto ya es otra cosa, posiblemente realizada por algún alumno del académico, siguiendo sus trazas.
“Tempus fugit”, los jardines aterrazados, -hoy expoliados-, podrían arrojar luz sobre la autoría. La escalera imperial de doble tramo con pilón central hoy desaparecida, los bancos de piedra que enmarcaron el eje longitudinal y el trazado global de los mismos serían preciosos para apellidar la obra.
Ventura Rodríguez realiza en el reinado de Carlos III el Paseo del Prado en Madrid y a el se debe la fuente de Cibeles dentro del tridente que existió entre Neptuno, Cibeles y la Floridablanca. En este paseo desarrolla una serie de fuentes menores y mobiliario urbano de las que habrían podido sacarse lecturas paralelas con los jardines del Palacio de Almanzora, al igual que de los jardines del palacio de Boadilla del Monte antes mencionado.
Me cuentan los mayores de Almanzora, que el Palacio conservó hasta época muy reciente todo su mobiliario, si bien este debió corresponder a la última etapa en la que fue habitado, creo oportuno este dato.
Para comprobar de manera fehaciente una posible supervisión del arquitecto, habrán de realizarse catas (calas), que permitan ver las posibles variaciones del trazado original respecto al que ha llegado a nuestros días.
Hay un tiempo para cada cosa, y, sólo mediante esta primera fase de estudio arqueológico, se podrá deducir la primera imagen neoclásica que presentó el edificio y, quizás, su autoría.
Jorge Jesús Espinosa Peñuela
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