viernes, 8 de julio de 2011

Santa Teresa y el Tío Antonio “El Cojo”.

Los hechos acontecidos en la siguiente historia ocurrieron en 1936. Nuestro protagonista se llamaba Antonio García y tenía una minusvalía en la pierna, de ahí su apodo de “el cojo”. Este estaba casado con Rosa Alonso, conocida como la “Tía Rosalía”. Este matrimonio mayor tenía 6 hijos todos varones que ya habían abandonado el hogar familiar. Los ingresos eran escasos ya que su patrimonio se reducía a un cortijo y unos trozos de tierra de cultivo de escasa producción. Estos se complementaban con lo que aportaba su mujer ejerciendo de comadrona y cobrando la voluntad. Con tal situación no es de extrañar que nuestro hombre aprovechase la oportunidad que se presentó del reparto de tierras para los más necesitados por las milicias republicanas durante la guerra civil. Conocedor de la zona como era, se autoadjudicó la parcela conocida como la “Pieza del Macarrero” una de las mas productivas que estaban cerca de su domicilio.
Un día que nuestro protagonista fue a su nueva parcela para mirar como estaba el maíz que tenía plantado, al llegar vio con mucho asombro la figura de una mujer entre la plantación. Él no quiso acercarse y se fue a denunciar que le estaban robando las panochas de maíz ante el cuartel de los milicianos que tenía su sede en la sacristía de la iglesia de Almanzora. El cuartel mandó a dos milicianos armados para detener a la “ladrona”.
El terreno distaba a unos 600 metros de la iglesia de Almanzora. Al llegar al maizal los milicianos vieron con asombro que la mujer seguía en el mismo sitio y al acercarse a ella quedaron perplejos al ver que se trataba de la imagen de Santa Teresa que regaló en su día D. Catalina Casanova, I marquesa de Almanzora a la iglesia y que días antes habían sido brutalmente expoliadas.
Los milicianos cogieron la imagen que pare ellos no tenía ningún valor espiritual y decidieron como castigo darle un baño en una acequia cercana. Una de las veces que la introdujeron en el agua la cabeza de Santa Teresa esta se estampó contra el muro de contención de la acequia saltando en varios pedazos. No pararon hasta destrozarla por completo. Después volvieron al cuartel dejando los trozos esparcidos por el lugar durante varios días hasta que alguien los recogió una noche.

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